Que vuelvan al Invías
Señor director:

Anteriormente la vía Manizales-Mariquita contaba con un mantenimiento y mejoramiento permanente del Invías, que incluía buena señalización, excelente carpeta asfáltica y atención oportuna para parcheos e intervenciones inmediatas en sitios críticos que así lo requirieran. Últimamente, a pesar del mejoramiento de la vía Armenia-Ibagué, el tráfico se ha incrementado de manera importante, especialmente de vehículos pesados.Contrario a lo que debería ser, su deterioro es notable; carpeta asfáltica en regular condición, señalización deficiente y lo que es más preocupante , se han venido presentando desde años atrás inestabilidades en varios sitios sin la mas mínima atención, que en cualquier momento pueden generar restricciones al tráfico o aun el cierre de la vía. 
De forma inexplicable el Invías le entregó al Departamento su mantenimiento, y esto parece ser o es la causa. No se sabe qué fue más descabellado o si se quiere, más irresponsable; haber sido entregada por el Invías o que el Departamento la haya recibido. Las vías de orden nacional, creo que a excepción de Antioquia, en ningún momento deben ser entregadas a los entes regionales, dado que no disponen del personal para atenderlas y menos los recursos necesarios como los tiene el Invías,  así tengan convenios. No están en capacidad de atender las vías que les corresponden, menos van a poder hacerlo con las que no son de su competencia. Por todo lo anterior, se hace necesario de manera urgente que el Instituto retome su manejo y en ello debe ser insistente nuestro nuevo gobernador. 
Jorge Mejía A.

El ayer
Señor director: 

Oh recuerdo majestuoso de mi infancia, cuando niño andaba ya por las trochas, quebradas y caminos de mi tierra natal, vereda La Divisa de mi bella Salamina. Esa que me vió nacer un día de ilusión y de esperanza. Oh recuerdo espléndido nostálgico cuando mi abuela materna hacia los pesebres en una sala completa, sin límite de alegría y esperanza. Cómo añoro la noche de alborada, en la casa rodeada de faroles construidos por la abuela con arte e inundada de fe. Faroles alimentados por aceite de higuerilla que ella misma cultivaba con esmero en el patio de la bella casa, para luego encenderlos adornando sin límites su hogar en el que todos nos reuníamos el 24 a celebrar la Nochebuena y el nacimiento de nuestro Niño Dios.
Lo siento como si fuera hoy, llevando mi pensamiento melancólico y meditabundo a las noches de luna llena cuando bajaban los astros desde el cielo acompañando a su creador, dueño de la vida y de la tierra. 
Mi Lucrecita Buitrago de Usma preparaba con tiempo el corazón del palo de arboloco para fabricar figuras esculpidas de belleza muy nutridas, cuyo encanto hacía despertar los santos y congregarse de magia de insoslayable bondad. Cuyas ovejas paseaban apacibles circundadas con rutilantes luces que hacía más real la primavera.
Luego a las 12 de la noche apagaban los bombillos para expectantes ver bajar por una cuerda al Rey de Reyes a posarse en la cuna donde lo esperaban ansiosos la Virgen María, San José; los rebaños de ovejas, la mula y el buey. Al verlo nacer se volvían a encender los cálidos bombillos, como ver que niños mayores y hasta el perro con su rival el gato estallan de júbilo, mientras con pólvora se anunciaba la llegada del Mesías. Se servía la natilla con buñuelos, tamales, empanadas con la repartición de los regalos. Cuanto daría porque los días y los años ya de la adultez retrocedieran, y no me flagelaran tan fuerte mi alma por querer volver a vivir lo ya imposible, que para mí yace en fuego lento.
Álvaro Alzate Ussma

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